Especial
Tan solo un par de horas bastaron para que el gran maestro constructor de tanta maravilla creara tan inimaginable figura de porcelana. Con manos llenas de gracia y fuerza comenzaron a crear tal maravilla, ya adiestrados a hacer cuanto hay en este mundo, empezó a hacerla. Primero formó tan dulce carita, después el torso, aquellos pechos rebosantes de juventud, fuente de la vida se erigía ese vientre lleno de energía. A cada minuto se preguntaba este gran maestro, padre de tanta hermosura, si era digno que ella viviera en la tierra, si las calles sucias eran dignas como para que ella las cruzara. Siguió con su labor. Vio como sus manos empezaban a crear las gráciles piernas con que cruzaría el mundo. Puso un par de canicas en el hueco de sus ojos, con ellas iba a aprender a disfrutar lo dulce y agraz que le ofrecía el mundo. Después de haber acabado sus manos y sus pies, comenzó la parte más dura del trabajo. Lo que ni sus manos ya amaestradas, ni ninguna herramienta en el mundo podían hacer. Tomó una semilla, tan pequeña como una de mostaza, y la incrustó en el torso. Luego, al ver la faena terminada, soltó una gota desde sus ojos, que rodó por sus mejillas. La tomó con el dedo índice y la puso en la frente de la figura. El maestro, lleno de felicidad, vio como llegó el brillo a los ojos de su creación. Contempló como sus finas manos empezaban por vez primera a cortar el aire, como miraba alrededor y como se sorprendía con cada cosa que veía. Vio cuan perfecta la hizo. Creó un molde de ella. Pero cada una que creaba era similar, pero ninguna podía recrear ese encanto con que miraban sus ojos. El maestro la dejo libre en este mundo, porque la amaba por sobre todo. Al igual que tú.
Dedicada a esa persona que todos consideramos especial…
Dedicada a esa persona que todos consideramos especial…
Autor: Luis Navarro Gutiérrez
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